miércoles, 29 de julio de 2009

EL PALACIO DE CRISTAL.



El Palacio de cristal se construyó en 1887 con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas, celebrada ese mismo año.
Se sitúa en el Parque del Buen Retiro de Madrid. Su estructura es de metal, y está totalmente recubierto por planchas de cristal, de ahí su nombre. A sus pies se observa un lago artificial, con curiosos árboles en su interior, el Ciprés de los pantanos (Taxodium distichum), cuya principal característica es precisamente esa, que parte de su tronco y de sus raíces están bajo el agua.

Pero el Palacio era, en parte, un intento por demostrar al resto de Europa la grandeza de España.
Ricardo Velázquez Bosco se encargó de su construcción y se inspiró en el Crystal Palace, de Paxton.

Actualmente, el Palacio tiene el aspecto original pero su función no es la misma para la que se construyó, pues sólo en 1992 se inauguraron en Madrid tres invernaderos.

Una de las poquitas cosas que me quedaban por conocer de Madrid era este precioso lugar.
Ha sido un viaje corto pero intenso pues, además de visitar tan bello edificio, he tenido el enorme placer de conocer a una persona con la que me he estado relacionando durante más de tres años por internet. Hoy nuestra amistad ya no es virtual. A partir de ahora, Murcia y Venezuela están más cerca :)

Gracias, Jackie, por permitirme disfrutar de tu compañía.







sábado, 25 de julio de 2009

UNA CASA SOBRE RUEDAS




Mañana se pondrá en marcha por unos días.
A ver si conseguimos alejarnos de las temperaturas, propias del desierto, que estamos soportando en esta bendita Murcia.

¡¡¡Abridnos paso!!! ¡¡¡La carretera es nuestra!!!

viernes, 10 de julio de 2009

JUNIO de Ana Vega





Y un día aparece él. Surge de la nada, del viento, la noche me lo entrega como si nada, sin darse cuenta del tesoro encendido de su boca. No sé cómo hablar de él. No puedo. No hay palabras. El lenguaje se queda corto. Sólo puedo decir que lo reconozco al instante. Sé quién es. Podría describir su cuerpo sin haberlo tocado aún, con toda exactitud. Su mirada es como un tatuaje que me recorre el cuerpo.
Y recuerdo, ahora, sus venas, no sé por qué, quizá porque ahí nace el latido, el pálpito, el origen, ahí comienza mi amor por él.
No puedo escribir, no sé qué decir, amor, todo se empequeñece cuando te pienso, cuando creo en ti, en que estás, en tu piel infinita. Es la primera vez que no puedo realizar este acto carnal de ESCRIBIR para acercarme a algo, para descubrir. Creo que sólo puedo describirte en besos, hablar de ti con la piel, con la boca, con el cuerpo entero. Estar contigo es caminar con la marea a cuestas. La quietud de ese leve balanceo.
Con él, contigo, vuelve el dolor, pero el llanto se mezcla con el tacto suave y cálido de unas manos, con la mirada cómplice de quien contempla silencioso el dolor del otro y, a pesar de todo, sigue amando. Ése eres tú, amor, el animal sigiloso que besa a la niña herida, el indio loco que ya sin armas, cansado, sigue luchando. Porque me estoy enfermando de ti, amor, de quererte, y no me importa. Contigo vale la pena todo. Con una caricia tuya descansa el viento, se aleja la tormenta. Amor, porque te quiero peleo yo también, sigo peleando, aunque ya no me queden fuerzas para tocarte apenas, para llegar a ti.


No me resulta extraño
haberte conocido.
Tu nombre ha estado escrito
en mi memoria
desde siempre.
El azar siempre juega limpio.

EL AMOR SE COMPARTE



Muchísimas gracias a Alma Mateos Taborda del blog, Más allá de las Colinas, por este precioso regalo.

Uno más para mi vitrina :)

miércoles, 8 de julio de 2009

UN SORBO EN BLANCO Y NEGRO





–Esas fotos en blanco y negro, las personales en particular, me entristecen. Reacción relativamente normal. Lo desconcertante es que sean las más recientes las que agudicen ese sentimiento de añoranza, hasta el punto de quitarme el habla durante días. No puedo evitar verme 40 años mayor, echando de menos el presente.

Renato Llerena acercó la taza a sus labios, pero no llegó a sorber el café, únicamente inhaló su aroma. Era un placer infantil que se le hizo costumbre. No recordaba haberlo bebido nunca. Renato prosiguió…

–40 años mayor, lejos de este presente, de estos días próximos que aún no he vivido y que habrán pasado de mí sin darme apenas cuenta. ¡Por qué cuantos más años tengo todo se hace cada vez más fugaz! Mi niñez duró algo cercano a una eternidad; la adolescencia, menos de lo que hubiese querido. El resto se parece a un recuerdo ajeno, a las anécdotas de un amigo.

Miró a sus tres colegas, con quienes se reunía todos los jueves en el café Cordano. Desde un principio, acordaron que en cada sesión sólo uno tomaría la palabra. Tenían otros grupos para conversar. Renato prosiguió…

–Estoy casi seguro de que tiene que ver con la concentración. A mis 37 años he remplazado la edad por la relatividad del tiempo y es indiscutible que fui niño hace uno o dos días. Y es porque ahora no me concentro en el presente. Mis acciones las realizo pensando en el pasado y en el futuro, en el por qué y para qué, y lo que hago no dura, no se ensancha en el instante.

Su mirada contempló la nada y el brillo húmedo de sus ojos agregó unas cuantas palabras. Los tres colegas no perdieron detalle, escucharon todo. El camarero los interrumpió con una nueva ronda de cafés. Renato prosiguió…

–¿Estoy casi seguro? Es más probable que desee creerlo. Uno recuerda los sucesos de la infancia, pero no la forma de concebirla, de entender la razón de cómo eternizarla. Uno ahora sólo alcanza a especular, pero no hay certezas, porque un niño no analiza su circunstancia, simplemente se dedica a explorar cada segundo, sin ningún interés de cronometrarlo.

Sus tres colegas, aprovechando la pausa, se acercaron el café a los labios, pero no lo sorbieron, únicamente inhalaron su aroma. Era una costumbre aprendida de quien ese día tomaba la palabra. Renato prosiguió…

–Y más allá de cualquier demostración, a favor o en contra, es evidente que.

Renato, que iba a continuar la frase, abrió la boca, mas no salió palabra. Sus colegas se quedaron con un sutil sinsabor. El aroma del ambiente lo disipó. De vez en cuando, solían echar de menos el beber café. Renato prosiguió…

–¿En cuánto influirá que los adultos tengamos conciencia de nuestra existencia efímera? Si uno no pensara en ello, sentiría que es eterno y no tendría sentido fragmentar el tiempo. Toda acción duraría igual que otra. ¿Y la curiosidad? ¿El deseo? ¿El miedo? Al fin y al cabo son información que acelera o ralentiza cada momento. ¿La ignorancia te acerca a la eternidad del instante y el conocimiento a la intangibilidad del porvenir?

Perdido entre sus conjeturas y dudas –agobiado–, intentó dejar su mente fuera del alcance de la razón. Lo consiguió. Aunque él no lo entendió así. Sin pensar en lo que hacía, dio un sorbo al café. Ese instante duró toda su niñez.


Rafael R. Valcárcel

martes, 7 de julio de 2009

EN BASE A UNA ESTÚPIDA REGLA DE 3





El siglo 21 empezó con tu lengua acariciando la mía,
y tus brazos me abrazaban y tus piernas se abrían
y tus ojos se reflejaban siempre en los míos
y yo tenía la estúpida creencia de que siempre serías mía.

5 años después tu lengua acaricia otra lengua
y tus brazos abrazan a otro y tus piernas se abren para otro
y tus ojos se reflejan en otros que no son los míos
y yo tengo la estúpida creencia de que volverás algún día.

En base a una sencilla regla de 3,
si tras 5 años de compartir saliva,
abrazos, orgasmos y algo de vida,
si tras 5 años has logrado olvidarme en 2 meses,
y suponiendo que mañana sea yo quien te olvide,
habrán pasado 6 meses desde entonces
y en base a una estúpida regla de 3
podemos concluir que te amé 3 veces más, 3.

Pero no será mañana, ni pasado, ni nada,
y concluiremos entonces que te amé
4 y 5 y 6 y 7 y 8 y 9 y 10 veces más que 3.

Empezará el siglo 22 y con un poco de suerte
habré muerto sólo donde nadie me encuentre,
y se me llevarán la lengua y los brazos y las piernas
y los ojos y los huesos y las estúpidas creencias.

Sólo pido que el viento lleve mis cenizas allá donde estén las tuyas.


Aníbal del Valle Uría.

lunes, 6 de julio de 2009

Y MAÑANA




Que hasta mi mano sea aguacero
para sacudir de la primavera
este torrente de tristeza.
Que me escurra la angustia
por los dedos
hasta las venas del vacío,
hasta el dolor ciego
por no ver tu sombra
que también se ha ido.

Que todo suceda mientras
levanto la mano del adiós,
mientras las frases más dulces
todavía me queman
la garganta y los oídos.
¡Mientras la pierdo, Dios Mío!

Que todo acabe en primavera
cuando las palabras ganan
nuevos sentidos;
cuando el aire confunde
entre los aromas,
su aroma perdido.

Que todo acabe mientras duermo
este sueño inmerecido
y mañana, si llega mañana
y me despierta la amanecida,
que, aunque ella no esté,
yo vuelva a amar la vida.

Cesar Valle.



...Y SUBIENDO...






Últimamente, por esta zona, las dos únicas actividades recomendables son:

1. Estar bajo el agua.
2. Abrazarse a la máquina de aire acondicionado.